¿Existe
el derecho a la eutanasia?
Estalla
el debate en Italia
Por el P. John Flynn
Ha estallado
el debate sobre la eutanasia en Italia después de que Piergiorgio Welby ha
pedido que se le permita morir. Welby, de 60 años, que sufre de distrofia
muscular, envió un vídeo al presidente de Italia, Giorgio Napolitano, con su
petición.
Welby ha
sufrido de su dolencia durante muchos años y ahora está confinado a su cama,
conectado a una máquina que le ayuda a respirar, informaba el 23 de septiembre
el Corriere della Sera.
Su petición
recibió una amplia cobertura de los medios y ha abierto un debate nacional sobre
el tema de la eutanasia. El 24 de septiembre,
el periódico La Repubblica informó de que Napolitano había pedido al parlamento
que considerara el tema.
En los días
que siguieron a la petición de Welby algunos grupos y figuras políticas
declararon su apoyo a los cambios legales que permitieran alguna forma de
eutanasia. Por su parte la Iglesia católica mostró una fuerte oposición contra
cualquier tipo de legalización.
En una
entrevista con La Repubblica el 25 de septiembre, el cardenal Javier Lozano Barragán,
presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios,
recordaba a los lectores que no podemos ponernos nosotros mismos en lugar de
Dios quitándonos nuestras vidas. Nuestra vida es un don de Dios y debe
salvaguardarse, afirmaba.
El cardenal
explicaba, sin embargo, que la oposición de la Iglesia a la eutanasia no
significa que defienda un tratamiento médico excesivo que prolongue la vida a
costa de un sufrimiento innecesario. El cardenal Lozano Barragán también
recomendaba prestar más atención a los tratamientos paliativos, para aliviar los
sufrimientos de los enfermos terminales.
Por su
parte, el obispo de Terni, monseñor Vincenzo Paglia, recomendaba aprender de la
experiencia de Cristo en la
cruz. En una entrevista publicada el 25 de septiembre en el
Corriere della Sera, moneñor Paglia afirmaba que se sintió golpeado por la
conjunción de dos imágenes de vídeo enviadas por Welby: la del hombre sufriendo
confinado en su cama, y la de un crucifijo en la pared de su habitación. La
cercanía del crucifijo a Welby recordaba al obispo las palabras del Evangelio y
la presencia de Cristo.
Monseñor
Paglia indicaba que se necesita más amor para personas, como Welby, para
ayudarles a superar su sufrimiento. Este amor no incluye ayudar a nadie a morir,
afirmaba el obispo. El amor cristiano nos permite dar nuestras vidas para salvar
a los demás, pero no podemos quitar las vidas de otros,
observaba.
Deseo de
vivir
Cesare
Scoccimarro, de 45 años, que sufre de una forma de esclerosis, replicó también a
la petición de Welby. Según la agencia de noticias Ansa, Scoccimarro declaró
que, a pesar de su grave enfermedad, que le ha confinado a una cama desde 1998,
quiere seguir viviendo.
Tras conocer
la petición de Welby, Scoccimarro, que se comunica por medio de movimientos del
ojo, redactó una carta al presidente de Italia. En ella afirmaba que a pesar de
estar tan enfermo como Welby, su deseo de vivir es grande. Scoccimarro añadía
que las personas en su condición necesitaban más ayudas para hacer frente a las
graves dificultades a las que se enfrentan.
Este fue el
tema principal de un libro recientemente publicado. En «Eutanasia: Spunti per un
Dibattito» (Eutanasia: Ideas para un Debate), la profesora de bioética Michele
Aramini sostiene, entre otras cosas, la necesidad de una mayor solidaridad con
el anciano y el enfermo.
Esta
solidaridad incluye proporcionar la atención médica y los cuidados paliativos
adecuados, pero va más allá de los medios técnicos. Nuestra actitud hacia los
demás es también una medida de nuestro nivel de humanidad, afirma Aramini.
Además, la enfermedad y el sufrimiento tienen también un sentido moral, que
necesitamos recuperar. Es necesario que, a los enfermos que tienen el don de la
fe, les ayudemos a vivir sus esperanzas y valores religiosos. Incluso aquellos
sin una fe activa necesitan ayuda para percibir el carácter trascendente de la
persona humana.
Aramini
discute la noción de que la eutanasia es necesaria para poner fin al sufrimiento
de las personas. Afirma que este suele ser un punto de vista excesivamente
simplista del tema. De hecho, los estudios muestran que la mayoría de las
personas ancianas que se suicidan tenían relativamente buena salud o, al menos,
no tan enfermos como pensaban que estaban.
De igual
forma, quienes sufren de enfermedades terminales, y quienes quieren suicidarse,
suelen sufrir de depresión. La solución para estos casos no es permitirles
morir, sino tratar la depresión.
Por eso,
cuando alguien pide que se le permita suicidarse, continúa Aramini, lo que
debemos hacer es investigar la situación de la persona para identificar las
causas y proporcionar el tratamiento adecuado que le permita superar este deseo.
Desde esta perspectiva, aceptar la idea de la eutanasia no significa ofrecer
ayuda a alguien. Más bien significa rechazar ayudarles a hacer frente a sus
necesidades.
¿Derecho a
morir?
En el plano
médico, estas necesidades incluyen extender la práctica de los cuidados
paliativos de los pacientes y proporcionar el adecuado tratamiento del dolor.
Para lograr esto, es necesario preparar mejor a los doctores y enfermeras para
hacer frente a las necesidades de los enfermos terminales y de los ancianos.
También son necesarias mejoras en la comunicación entre el personal médico, los
pacientes y sus familias.
Uno de los
argumentos utilizados por quienes proponen la eutanasia es el de la autonomía,
es decir, el derecho de cada persona a elegir el momento de su muerte. Pero este
concepto no es tan decisivo, advierte Aramini.
Para
comenzar, no podemos estar seguros de que cuando una persona pide la eutanasia
lo haga con verdadera voluntad; puede ser el resultado de un momento pasajero de
sufrimiento. También hay que tener en cuenta el papel de los médicos y
enfermeras. ¿Están obligados a ayudar a la gente a suicidarse sólo porque se lo
pidan?
Respecto a
la cuestión de la autonomía individual, Aramini cuestiona si la muerte de una
persona es sólo
un tema personal, o si la sociedad también entra en juego. Si
aceptamos la existencia de un «derecho a morir» personal y, aún más,
si aceptamos
un derecho a ser ayudado a morir, corremos el riesgo de
devaluar la vida humana.
Con
frecuencia la petición de morir de una persona enferma está influida por
factores subjetivos relacionados con su enfermedad. Si se reconociera un
«derecho a morir», sería más fácil que los pacientes se sintieran obligados a
elegir la muerte, influidos por el deseo de no ser una carga para los demás.
Podrían también sentirse presionados a no seguir utilizando valiosas camas de
hospital y otros recursos médicos. Si se acepta ampliamente, la eutanasia podría
convertirse en una alternativa económicamente atractiva al hecho de proporcionar
un tratamiento caro.
Aramini
concluye que la legalización de la eutanasia significaría aceptar un punto de
vista que hace que el concepto de dignidad humana dependa de la «calidad de
vida».
Tal
dependencia mina el principio del valor y la dignidad incondicionales de cada
persona, defiende Aramini. Dañar este principio en nombre de la autonomía
personal afecta a la sociedad en su mismo fundamento. Por eso, es erróneo
considerar la eutanasia como una decisión meramente personal que sólo afecta al
individuo en cuestión.
Una vez que
perdemos nuestro respeto por el valor de la vida humana, abrimos entonces las
puertas a toda clase de abusos, como ha ocurrido en Holanda con la práctica en
expansión de la eutanasia, advierte Aramini. La compasión por el enfermo, por lo
tanto, no significa acelerar indebidamente su muerte.
Fuente:
Zenit, ZS06101520