NOTIVIDA, Año VI, nº 376, 23 de julio de 2006

“SOY CATÓLICO PERO…”

El “soy católico pero…” es una de las expresiones más reiteradas en los discursos parlamentarios donde se sancionan leyes que atacan la vida y la familia. Tras el pero, un discurso más o menos extenso, que siempre puede resumirse en “pero…. no voto como católico”. Podríamos dar cientos de ejemplos. Desde los que se manifestaron así y apoyaron la ley nacional de divorcio vincular o las uniones homosexuales en la Legislatura porteña, pasando por los que en las mismas circunstancias impulsaron la Ley de Salud Sexual (aborto farmacológico) en el Congreso de la Nación, hasta llegar a los diputados que recientemente citaron encíclicas papales pero apoyaron el “derecho personalísimo a esterilizarse”.

En algunas situaciones se advierte tras la autocalificación de católico una estrategia para descalificar al que vota coherentemente, en otras se detecta a los “católicos” malminoristas que temiendo que salga después una ley peor, apoyan la coyuntura; y otras veces se trata de legisladoras que buscan confundir porque adscriben al grupo apóstata “Católicas por el Derecho a decidir”. Pero en las más de las ocasiones lo evidente es la ignorancia de legisladores que desconociendo los fundamentos naturales de lo que deberían defender, no lo hacen por miedo a aparecer como alguien que le quiere imponer concepciones religiosas a los demás. En este caso el discurso es “soy católico pero legislo para todos y entonces…”.     

En su habitual intervención en el programa “Claves para un Mundo Mejor”, que se emite los sábados por canal 9, Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, destacó que los que así actúan “ni piensan ni sienten como católicos”. Que nadie puede decir que es “católico” y “manifestarse contrario a la enseñanza oficial de la Iglesia y, muchas veces, a enseñanzas pronunciadas con gran solemnidad”.

A continuación el texto completo del arzobispo de La Plata:

EL SER CATÓLICO EN LA REALIDAD NACIONAL

Y LOS QUE OPINAN COMO “CATÓLICOS”

“En estos últimos días estaba reflexionando sobre ciertos tipos de declaraciones que se repiten con frecuencia entre nosotros. Son declaraciones de personas que tienen una actividad pública relevante, políticos o funcionarios”.

“Se suele escuchar que dicen: “Yo como católico respeto la opinión de la Iglesia pero no estoy de acuerdo con ella”. En realidad no se refieren a opiniones como puede ser la de un obispo sobre una coyuntura social o económica, un problema cultural. Más bien se refieren a la enseñanza oficial de la Iglesia sobre materias de mucho peso como puede ser el orden familiar, el matrimonio, la educación sexual, el aborto, la esterilización quirúrgica y otros temas y suelen decir eso de que “yo respeto como católico la opinión de la Iglesia pero….”

“Nosotros podríamos recibir con cordialidad y agradecimiento que un agnóstico, un judío, un musulmán o cualquier persona que no pertenece a nuestra confesión de fe diga eso. En este caso esas afirmaciones serían una señal cordial de respeto a la opinión de la Iglesia porque para ellos es una opinión”.

“Pero que alguien lo diga “como católico” y se manifieste contrario a la enseñanza oficial de la Iglesia y, muchas veces, a enseñanzas pronunciadas con gran solemnidad que indican que ningún católico puede decir que no está de acuerdo, quiere decir que hay una gran confusión sobre como se usa el nombre de católico”.

“Uno puede preguntarse porque en esos casos se aplican esa etiqueta. Pueden ser personas que habrá recibido el Bautismo en la Iglesia Católica, que quizás recibieron su instrucción catequística en la infancia e hicieron su Primera Comunión pero que, ahora, ni piensan ni sienten como católicos. Por eso es que consideran la enseñanza de la Iglesia en materias de gran importancia como una mera opinión”

“Aquí vemos la dificultad de la dirigencia en la Argentina y como, desgraciadamente, no existe un laicado comprometido con la realidad social, económica o política de la vida de la Nación que piense verdaderamente como católico. Que procure, según las normas que rigen nuestro sistema republicano, que esas verdades –que son muchas veces verdades del orden natural y tienen que ver con el orden básico de la sociedad- puedan llegar a convertirse en plena vigencia entre nosotros”.

“Pienso que todavía nos queda mucho por comprender sobre cual es la obligación de un católico que actúa en la vida pública de pensar y de manifestarse verdaderamente como católico”.

“El ser católico es no hacerse eco de la opinión general o acomodar la verdad a las conveniencias políticas del momento. Se trata de dar testimonio con plena coherencia de lo que cree y lo que piensa procurando que eso ilumine la vida de la sociedad”.

“Esto que les comento hoy es un problema de sinceridad y, en el fondo, es también un problema de formación del pensamiento, de formación de la personalidad y de aceptar la vigencia de un pensamiento verdaderamente cristiano”.

“Es posible que esto nos lleve a hacer un real examen de conciencia. Deberíamos preguntarnos como es posible que después de años y años, en la Argentina, no contemos con un laicado suficientemente lúcido y comprometido con la verdad y que intente ofrecer todo el bagaje que nos presenta la doctrina de la Iglesia para que se concrete en bien de nuestra sociedad”.

“Les dejo esta reflexión para que la piensen pero también para que, en este punto, tomemos alguna decisión íntimamente personal. Es necesario que manifestemos con toda sinceridad y de acuerdo a nuestro papel en la sociedad aquello que pensamos que tiene que existir una efectiva coherencia entre nuestra fe –si es que la tenemos y está viva-, nuestra actividad y nuestra vida… Hasta la semana próxima”. FIN

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NOTIVIDA, Año VI, nº 376, 23 de julio 2006

Editores: Pbro. Dr. Juan C. Sanahuja y Lic. Mónica del Río

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