NOTIVIDA,
Año VII, nº
414, 3 de enero de 2007 Con esta
esperanzada exhortación concluyó la homilía que el arzobispo de La Plata, Mons.
Héctor Aguer, pronunció el 31 de diciembre último, Fiesta de Durante la
misma el prelado recordó que “La familia es la cuna del hombre, la escuela en la
que se reciben y asimilan los
valores fundamentales, la iglesia doméstica en la que se transmite la fe, la
piedad y las virtudes cristianas” Advirtiendo simultáneamente que “este ideal,
antiguo y perennemente nuevo, puede ser objeto de una nueva verificación
histórica, de una nueva implantación cultural”. Nos llamó a
“no resignarnos a la actual destrucción de la familia, la que se produce de
hecho a causa de la revolución de las costumbres, de la miseria material y
moral, la que es fomentada por las ideologías, por la manipulación de la opinión
pública y por las leyes inicuas que se imponen en la Argentina imitando lo peor
de otros Estados”. Y a hacer un examen de conciencia por lamentar la decadencia
de la familia y al mismo tiempo “con una indulgencia suicida” tolerar “que la
fornicación y el concubinato reemplacen al noviazgo, que en lugar de los hijos,
de los hijos numerosos, se instale la comodidad del egoísmo, y que la autoridad
educativa de los padres renuncie a su función irremplazable y ceda ante la
tiranía de las modas y a la intromisión de factores de deseducación”.
Alertó
también sobre las ideologías en boga que “van consumando un cambio subrepticio
de mentalidad”; denunciando que los libros escolares -destinados a niños de
siete años por el Ministerio de Educación de la Nación- enseñan “que no hay un
único tipo de familia, ni una que sea la mejor, sino que son muchos los modelos
y no importa la forma que tenga”. Señaló que
“la familia constituida sobre el matrimonio de un varón y una mujer”, es un
“estereotipo a superar” en los círculos del Estado, agregando “no sabemos
todavía a dónde llegarán las propuestas curriculares que procedan de la
perspectiva de género introducida como un postulado en A
continuación el texto completo de la Homilía pronunciada por Mons. Aguer:
La
familia, cuna del hombre
Los Evangelios de la infancia del Señor, es decir, los dos primeros
capítulos de San Mateo y San Lucas, nos transmiten datos preciosos acerca del
nacimiento de Jesús y de sus primeros años, con referencias cronológicas y
topográficas; aparece con claridad la inserción del Redentor del hombre en el
tiempo y en el espacio, en el seno de una familia humana. El texto de Lucas se
cierra con esta indicación: Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía
sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba
creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres
(Lc. 2, 51 s.). Mateo, por su parte, señala que José, al regresar del exilio
en Egipto, se estableció en una ciudad llamada Nazaret, y añade que de
ese modo se cumplieron las predicciones de los profetas acerca del Mesías:
será llamado Nazareno (Mt. 2, 22 s.).
Nazaret es el ámbito de la vida familiar de Jesús; allí, durante
aproximadamente treinta años llevó con María y José una vida en todo semejante a
la propia de las familias judías de
La lectura del libro del Eclesiástico que hemos escuchado es un poema
sobre el orden familiar en el que se refleja la sabiduría de los antepasados: el
temor del Señor se expresa y es vivido en las relaciones familiares según el
mandamiento Honra a tu padre y a tu madre. El autor transmite verdades
probadas por la experiencia; se dirige a los hijos para recordarles que el
respeto a los padres se fundamenta en la naturaleza de las cosas, en el orden
dispuesto por Dios, que otorga a los padres autoridad sobre sus hijos. El fruto
de la observancia del precepto es una abundante bendición, se promete desde el
perdón de los pecados hasta una vida larga y feliz. En otros pasajes del
Eclesiástico se destaca la autoridad educativa del padre de familia, que cuida
mediante una severa disciplina que su hijo no se desvíe; no lo consiente ni
malcría, para que no le salga desvergonzado y rebelde. La educación se basa en
el ejemplo, con este fin: que al morir, el padre pueda dejar en el mundo una
especie de otro yo, un hombre como él. El Señor quiere que el padre sea
respetado por sus hijos y confirmó el derecho de la madre sobre ellos (Ecl.
3, 2). A la luz de este principio sapiencial podemos entender qué significa la
indicación del Evangelista cuando dice que Jesús en Nazaret vivía sujeto a
ellos, a María y a José. Quizá habría que decir mejor: a José, que era el
jefe, y a María.
La liturgia de hoy nos ofrece en el Salmo responsorial imágenes muy
bellas del hogar: una buena familia constituye la felicidad del varón justo, los
retoños de olivo sugieren la lozanía y el crecimiento de los hijos, la parra
representa la fecundidad frondosa de
En la Nueva Alianza las relaciones familiares quedarán transformadas por
la adhesión a Cristo resucitado, principio de vida nueva; serán relaciones
propias de discípulos, elegidos de Dios, que viven según el Evangelio. El
apóstol enumera los sentimientos propios del hombre renovado por la gracia:
compasión, benevolencia, humildad, dulzura, paciencia, ejercicio recíproco del
perdón y de
El cristianismo dignificó y exaltó a la familia basándose en la sabiduría
de los antiguos, en la tradición bíblica y en los elementos naturales
reconocidos y vividos en la organización social precristiana. Pudo hacerlo
porque se propuso superar las limitaciones y purificar los desvíos con la luz de
la verdad evangélica y el vigor de la gracia sacramental. No se puede pensar en
la familia omitiendo la referencia al matrimonio, que es su origen. La frase del
libro del Génesis Vendrán a ser una sola carne encarece la unión
indisoluble de los esposos, pero se refiere también a la sociedad doméstica, a
la familia, esa realidad concreta y palpitante pero también objetiva,
trascendente, necesaria, a la cual se brindan el varón y la mujer cuando se
casan. Un famoso historiador lo ha
dicho con una fórmula precisa: el hombre no se pertenece, pertenece a su
familia. Es decir, procede de una, y normalmente no la deja sino para formar
otra. En el don recíproco, el varón y la mujer no sólo aspiran a su propia
realización personal, sino que se comprometen en un proyecto común, en una
economía y así colaboran en la obra divina de la creación: son fundadores
de humanidad. La familia es la cuna del hombre, la escuela en la que se
reciben y asimilan los valores
fundamentales, la iglesia doméstica en la que se transmite la fe, la piedad y
las virtudes cristianas, es incluso –lo dice el Concilio Vaticano II– el primer
seminario, donde se cultiva la vocación para consagrarse a
Dios.
Este ideal, antiguo y perennemente nuevo, puede ser objeto de una nueva
verificación histórica, de una nueva implantación cultural. No podemos
resignarnos a la actual destrucción de la familia, la que se produce de hecho a
causa de la revolución de las costumbres, de la miseria material y moral, la que
es fomentada por las ideologías, por la manipulación de la opinión pública y por
las leyes inicuas que se imponen en la Argentina imitando lo peor de otros
Estados. Hay que
nutrir la convicción de que el futuro de la humanidad depende de la recreación
del orden familiar. Solemos hablar de la crisis de la familia y lamentamos esta
situación porque reconocemos que es la raíz de muchas calamidades sociales para
las que no se encuentra remedio. Pero con una indulgencia suicida muchos
católicos toleran que la fornicación y el concubinato reemplacen al noviazgo,
que en lugar de los hijos, de los hijos numerosos, se instale la comodidad del
egoísmo, y que la autoridad educativa de los padres renuncie a su función
irremplazable y ceda ante la tiranía de las modas y a la intromisión de factores
de deseducación. Así se va debilitando la idea misma de la familia, no sólo en
su dimensión sobrenatural, sino también en su realidad humana esencial. Las
ideologías en boga van consumando un cambio subrepticio de mentalidad. En libros
escolares destinados a niños de siete años por el Ministerio de Educación de la
Nación se les enseña que no hay un único tipo de familia, ni una que sea la
mejor, sino que son muchos los modelos y no importa la forma que tenga; así se
los prepara a relativizar a la familia constituida sobre el matrimonio de un
varón y una mujer, que la ideología reinante en esos círculos del Estado
considera un estereotipo a superar. Y no sabemos todavía a dónde llegarán las
propuestas curriculares que procedan de la perspectiva de género
introducida como un postulado en
El Papa Juan Pablo II afirmó que
La fiesta que hoy celebramos tiene que ser para nosotros fuente de
confianza y de arrojo. La esperanza del cristiano se yergue más animosa cuando
se expresa y fortalece en la oración; es capaz de resistir a la desilusión y a
las tinieblas. Podemos decirle a Jesús, María y José, con la voz de la liturgia
y las palabras de un antiguo himno, en nombre de todas las familias
argentinas: Cuando la luz
del sol agonizante Retira su
esplendor a cada cosa, Los que
permanecemos en la tierra Alzamos nuestras
preces más devotas. Y suplicamos que
nos sea dado Mostrar en
nuestra vida de familia La gracia de las
múltiples virtudes Que florecieron
en la vuestra un día. ______________________________________ NOTIVIDA, Año
VI, nº 414, 3 de enero de 2007 Editores: Pbro.
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